La palabra lujo se deriva de lujuria, y de luxus, que significa excentricidad o desviación. En un principio, el lujo no implicaba más que un alto precio, significaba exceso. El concepto del lujo con frecuencia se asocia a lo ostentoso, a la riqueza y al glamour.
En el inicio de la era industrial todo el mundo se interesa por el producto, ya sea el bolso Hermès o la malle Vuitton. En los años 70 los creadores se convirtieron en el centro del universo del lujo. En cambio, hoy son la comunicación y la imagen las que han pasado a ser el centro de todo.El concepto de lujo va evolucionando.
Según Ashraf Ramzy, fundador y presidente de Narrativity, consultoría especializada en Identidad, Cultura y Comunicación de organizaciones, “la gente no compra productos, sino las historias que estos productos representan. Así como tampoco compra marcas, sino los mitos y arquetipos que esas marcas simbolizan”. Hoy en día el lujo es visto como comprar experiencias. Un producto de calidad, único y exclusivo siempre es mejor, el logotipo que exhibe, el precio que muestran en su etiqueta. La imagen y su puesta en escena (el packaging, la propia tienda…) es lo que hace que un producto se perciba como lujoso.
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